De ‘Teddy' Roosevelt a Obama
La revelación de que Colombia había puesto a disposición del Pentágono siete bases militares en su territorio le dio un golpe de timón a la crisis internacional desatada por el golpe en Honduras. Ahora, la negociación para reponer a Zelaya en la presidencia de ese país abarca un temario más amplio. En la primera fase, cuando se estableció la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, el retorno de Zelaya quedó condicionado a que aceptara retirar su planteo de convocar a una Constituyente, formar un gabinete de coalición con los golpistas y hasta adelantar las elecciones convocadas para noviembre próximo. Curiosamente, Zelaya aceptó esta extorsión, por lo que hay que suponer que lo hizo con el apoyo de los gobiernos del Alba, que Honduras integra por decisión del mismo Zelaya. También curiosamente, los golpistas rechazaron la propuesta, lo cual también se supone que hicieron porque contaban con respaldo norteamericano, a pesar de que Obama reclama que se restablezca la presidencia de Zelaya. Como se ve, la verdad no se encuentra detrás de las palabras. En el trajeteo de este asunto, el Congreso y la Corte de Honduras ratificaron luego la destitución de Zelaya, o sea que torpedearon por segunda vez los ‘buenos oficios’ costarricenses. Todo claro como el agua: la mediación de Arias había servido para ganar tiempo y para algo más: para que el arco internacional del golpismo obtuviera la posibilidad de tomar la iniciativa. Es lo que acaba de ocurrir con una serie de medidas que adoptó Colombia: la denuncia que las FARC financiaron la campaña electoral de Correa, en Ecuador; la denuncia que Chávez entregó a las FARC cohetes tierra-aire comprados a Suecia para las fuerzas armadas de Venezuela; autorización para que los militares norteamericanos utilicen bases en Colombia; finalmente, una gira de Uribe –que apunta fundamentalmente a Brasil–, para dejar en claro que la estabilidad regional depende de una neutralización política de la Venezuela de Chávez, mucho antes que de una solución al golpe en Honduras. El colombiano Uribe, vinculado con el paramilitarismo y el narcotráfico, acusó a Venezuela, con su hábito de no pestañear, de ser la pasarela de la droga en el Caribe. Con la responsabilidad que tiene Estados Unidos en la transformación de México en un Estado narcotraficante, la diatriba de Uribe la convierte en una provocación –en especial cuando el gobierno de Obama se declara satisfecho por los resultados de la colaboración con Cuba para la lucha contra el narcotráfico. En definitiva, cuando la polvareda se asiente, la cuestión de la reposición de Zelaya habrá quedado ‘prescripta’. Evo Morales intuye que la cosa va más lejos: según su apreciación, una victoria probable de la derecha en las elecciones previstas en Chile y en Uruguay ‘cercaría’ a los países bolivarianos. Quizá no haga falta siquiera eso, porque las ‘izquierdas’ que se presentan en esos países son tan fieles a la independencia nacional como los gatos. El presidente de Bolivia, sin embargo, se olvidó de mencionar la crisis política en Argentina y la pasividad consecuente frente al golpe en Honduras que muestra el flamante gobierno del FMLN en El Salvador. En Honduras, mientras tanto, ya han reaparecido los ‘grupos de tareas’ con el consiguiente asesinato de varios activistas docentes y uno campesino.
¿En qué quedó, entonces, el alegado ‘triunfo’ del antiimperialismo, como progresistas y bolivarianos presentaron a la resolución viciosa que puso fin a la exclusión de Cuba de la OEA? Si la OEA no funciona como ministerio de Colonias de los yanquis, simplemente se volatiliza. Fue lo que ocurrió, precisamente, hace casi cincuenta años, cuando todos los gobiernos que votaron contra la exclusión de Cuba fueron volteados por golpes militares, con la excepción de México. Incluso después de la festejada resolución de hace dos meses, Cuba sigue excluida, pues solamente puede reingresar a su pedido, si es autorizada a ello al cabo de una negociación.
La puja política desatada por la crisis hondureña se traslada ahora al papel de Brasil, cuyo proyecto de alianza político-militar en Suramérica, la Unasur, ha sido desafiado por el acceso del Pentágono a las bases militares colombianas y por el reforzamiento político de su gran base militar en Honduras, como consecuencia de la victoria de los golpistas. El canciller brasileño cuestionó la instalación norteamericana en Colombia como si ignorara que ello ya venía ocurriendo como consecuencia del Plan Colombia, cuyo pretexto es combatir a la narco-guerrilla y al narcotráfico. Algunos analistas sostienen que la ampliación de la presencia militar yanqui en Colombia atentaría contra la seguridad de la Amazonía. En ese caso, sería un excelente pretexto para reforzar la militarización que ya se encuentra en curso en Brasil. Más adelante, quizá con otro gobierno, todo podría terminar con una alianza militar entre Estados Unidos y Brasil. Pero llama la atención que el canciller brasileño asociara el tema de las nuevas bases militares con la negociación comercial de Doha (donde Brasil pelea por una fuerte rebaja de los aranceles que perjudican sus exportaciones) y con los altos impuestos que le exige Estados Unidos para vender en ese país el etanol –el biocombustible que deriva de la caña de azúcar. Con esto tenemos otra pieza más en la puja y en la negociación desatada por el golpe en Honduras. Los factores de choque se podrían extender aún más; la oposición patronal que ganó las elecciones en Argentina, a fines de junio pasado, no esconde que su principal reivindicación de política exterior es la ruptura política con el chavismo. Para agregar a las curiosidades: a Bush le mojaron la oreja en 2005, en Buenos Aires, pero la vendetta la ejecuta Obama.
El último personaje en ingresar en la escena es el gobierno del rey de España, que ha presionado a la Unión Europea a no reconocer a los golpistas hondureños. Luego de la nacionalización, aunque a precio de oro, del Banco Santander por parte de Chávez, esto debería sorprender, o que ocurra después de la expropiación de un par de propiedades rurales de españoles. Pero estos hechos recientes son ya historia vieja, porque Rodríguez Zapatero acaba de obtener jugosísimos contratos de obra pública de parte de Chávez (miles de millones de dólares para ferrovías e hidroelectricidad) y un par de acuerdos petroleros para Repsol en la cuenca del Orinoco y para la refinación de crudo venezolano en una filial que el pulpo tiene en Ecuador. Son negocios que un gobierno escuálido, en Venezuela, seguramente hubiera reservado para pulpos norteamericanos. Del mismo modo, Repsol ya ha dicho que su principal campo de inversiones en América Latina estará en Brasil. De lo cual se concluye que asistimos, en toda esta crisis, a toda una buena puja interimperialista –o sea que la factura la pagarán las masas. La ‘resistencia nac & pop’ de las pseudo burguesías nacionales se derrite como nieve en primavera; sus principales preocupaciones políticas son sobrevivir a las crisis políticas en sus propias casas.
Esta dilatación continental e internacional de la chispa hondureña es una consecuencia de la bancarrota capitalista mundial; asistimos a un estrechamiento de los márgenes de negociación y a una acentuación de las crisis políticas. Por eso, la lucha contra el golpe hondureño y contra las provocaciones del imperialismo exige un planteamiento de conjunto. Es la oportunidad para una conferencia latinoamericana de organizaciones combativas, independientes de las burguesías nacionales y de sus gobiernos, para desarrollar un plan de acción a escala continental.
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